La Visión Jibaricua
Por Raúl E. López Vergé
Un Plan Biblico Para el Desarrollo de Puerto Rico
"Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma." -- 2 Tes. 3:10
El cuarto mandamiento dice "Acuérdate del día de reposo para santificarlo." (Éxodo 20:8). El segundo mandamiento prohíbe el uso de imágenes físicas de Dios porque Dios es espíritu. Este
mandamiento extiende esta enseñanza sobre la espiritualidad de Dios. Aunque el mundo físico declara la gloria de Dios y está llena de su gloria, hay una diferencia básica entre el carácter del mundo físico y del mundo espiritual. El mundo creado es físico, limitado y nos demuestra a Dios en una forma simbólica e indirecta. Este mundo físico aun con todas sus maravillas y aún conteniendo reflejos de la gloria de Dios no es una realidad verdadera, sino una realidad ilusoria y pasajera. "no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." (II Corintios 4:18). Esta diferencia existía aun en la creación original en su estado de perfección, ya que Dios mismo tuvo que tomar un descanso después de los seis días que tomó para crear este mundo físico.
Sin embargo, esta diferencia fue exacerbada por la caída del hombre al pecado la cual resultó en la maldición del mundo creado. "A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás." (Génesis 3:16-19). Como criaturas caídas nuestro ser tiene una obsesión idolatra con el mundo físico y solo podemos adorar verdaderamente a Dios en espíritu cuando nos desintegramos de ese mundo a través del reposo.
Este énfasis tan grande que se le da al cuarto mandamiento en el Antiguo Testamento se justifica solo si Dios quiere enfatizar que hay algo en nuestra existencia física que es antitética a una intima comunión con Dios. O sea, que el trabajo en el mundo físico obstaculiza ciertos aspectos importantes de nuestra relación con Dios, y estos aspectos solo queden accesibles en el acto de cesar el trabajo. Si no fuera así, ¿por qué forma este mandato parte de los diez mandamientos? Esta observación es consistente con el principio expresado por Jesucristo cuando le declaró a la mujer Samaritana
que "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren." (Juan 4:24)
Esta idea del reposo tiene un lugar prominente en las escrituras. Jesús les dijo a las multitudes "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (Mateo 11:28-30) El autor del libro de los Hebreos habla de la vida futura como un descanso. "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia." (Hebreos 4:9-11). El autor de ese libro también dice que "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan." (Hebreos
11:6). Una parte importante de este galardón es el descanso que los creyentes disfrutaran por toda la eternidad.
La creación natural, aún en su estado de perfección está sujeta a la ley del desorden. En términos científicos esta ley se llama la segunda ley de la termodinámica. Nuestra experiencia nos dice que todas las cosas van hacia un estado de mayor desorganización. Lo que está caliente se enfría, lo que está frío se pone tibio, lo bonito se pone feo, lo nuevo se pone viejo y se desintegra. Inicialmente, Dios aparentemente eximió al ser humano de esta ley si comían del
árbol de la vida, pero cuando nuestros primeros padres comieron del
árbol del bien y el mal quedaron también sujetos a esta ley. Cuando nosotros pasamos los 25 años de edad vemos en nuestro propio cuerpo el efecto de esta ley, pues todo comienza a ir cuesta abajo. Nos ponemos cada vez más débiles y más feos.
Aún el universo se está poniendo viejo. Las estrellas, incluyendo el sol, van gastando su combustible nuclear. Si son pequeñas, como el sol, su fin es ir enfriándose gradualmente hasta ser una estrella tibia que gasta el poco combustible que le queda poco a poco. Si es una estrella masiva, esta colapsa en un agujero negro y se desaparece del universo creando una explosión donde gasta todo el combustible que le queda en unos pocos días formando una supernova.
Vemos que lo que está joven se pone viejo, lo que está vivo se muere, y la energía de todas las fuentes de energía se disipa. La existencia de esta segunda ley de la termodinámica, la ley del desorden, es una de las evidencias para la existencia de Dios, pues implica que el universo tuvo una infusión de vida, juventud y energía en algún punto en el pasado de una fuente externa al universo. Algunos quizás preguntarán, ¿y esa fuente externa, de donde sacó esa vida, energía y juventud en primer lugar? Esta hipótesis parece dejarnos con la misma pregunta pero solo un paso más removido de nosotros. Sin embargo, la diferencia es que solo hemos visto funcionar esta ley del desorden dentro de nuestro universo. No hay ninguna razón para asumir que esta ley tiene que ser una parte integral de toda forma de existencia concebible. Al contrario la única solución al problema del origen del universo es postular que este fue creado por una entidad que existe fuera de nuestro universo en un entorno que sigue otras leyes, donde la ley del desorden no reina. Es en este entorno, un mundo fuera de nuestro universo, donde reina el reposo que Dios promete.
Este reposo no es simplemente un estado de inactividad, pues la adoración en el templo estaba llena de actividad. Jesús dijo "¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?" (Mateo
12:5). Jesús hizo varios milagros en el día de reposo "Y les dijo:
¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana". (Marcos 3:4-5). Sin embargo, la adoración que se supone ocurra en el día de reposos es una actividad que por ser simbólica y espiritual, queda fuera de los efectos de la ley del desorden. Esta adoración en un día donde cesamos nuestras labores ordinarias es la manera que abrimos una pequeña ventana al mundo que nos espera y experimentamos esta existencia libre de los efectos de esta ley del desorden y de la muerte. Este recuerdo semanal nos motiva a usar esta vida para prepararnos para la próxima y nos recuerda que el ganador en esta vida no es el que más recibe, sino el que más da. Pablo nos recuerda las palabras del Señor al respecto
"En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir." (Hechos 20:35).
La mayoría de los Cristianos están convencido que aunque el mandato de tomar un día en siete para dedicárselo a Dios sigue en pie, la resurrección de Jesucristo cambió cual día en siete se observa, ya que la resurrección representa el comienzo de una nueva creación. Hay pasajes del Nuevo Testamento que demuestran que en honor a este evento los cristianos del primer siglo habían sido dirigidos a adorar en el primer día de la semana. Sin embargo, hay una minoría de cristianos que adoran en lo que consideramos ser el séptimo día de la semana, al igual que los judíos. En reconocimiento a este hecho, la cultura occidental acostumbra trabajar en sus negocios cinco días a la semana, trabajar en sus casas un día del fin de semana y adorar el otro día. Es importante que las leyes del país apoyen un día de descanso cada siete días que le dé la oportunidad a aquellos que quieran, poder dedicarse a adorar a Dios en ese día. Como la población apoya dos días de adoración, es importante que el mayor apoyo se le dé al primer día, pero que también se acomode lo más posible las necesidades de la minoría.
El cuarto mandamiento tiene dos partes. Una es la prohibición del trabajo uno de cada siete días. La otra parte es un mandato a trabajar los otros seis. "Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;" (Éxodo 20:9). Es aparente que solo podemos experimentar el reposo, no como un estado absoluto, ya que nunca podemos hacer cesar la ley del desorden, sino como un contraste. Para poder experimentar verdadero descanso, tenemos que primero experimentar labor. "Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia." (Eclesiastés 5:12).
Este otra parte del cuarto mandamiento es más general, ya que la Biblia no prohíbe tomar vacaciones o tiempo libre. Jesús mismo a veces se alejaba de las multitudes para orar o estar con sus discípulos. Sin embargo, tampoco es simplemente un permiso o una sugerencia. O sea, no dice que si uno quiere trabajar puede hacerlo los otros seis días. La importancia del trabajo esta manifiesta en varios pasajes de la Biblia y también está apoyado por el mandamiento que prohíbe el robar.
Primero vemos que Dios mismo, como creador nos dio el ejemplo de trabajar seis días a la semana cuando creó el mundo en seis días. "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día;" (Éxodo 20:11a). Pablo dice "Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan." (II Tesalonicenses 3:10-12).
Es importante que el gobierno defienda el derecho al trabajo. Debe crear condiciones que permitan que la gran mayoría de la población pueda trabajar. Hay que tener cuidado con leyes que establezcan salarios mínimos o que requieran membrecía en uniones laborales. Tales leyes limitan la habilidad de individuos a ofrecer sus labores en un mercado competitivo. Es importante que el gobierno cree un mercado competitivo que se caracterice por mantener un balance adecuado entre las necesidades de los patronos y la de los empleados. Este mercado balanceado permitirá que los patronos busquen la mejor fuente de trabajo al mejor precio y al mismo tiempo permita que los empleados busquen los mejores salarios y mejores ambientes de trabajo. Hablaremos de propuestas específicas al respecto en una sección subsiguiente.