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Capítulo 6
La Pena de Muerte
Copyright 2012 por Raul E. Lopez, MD, MDiv
En Puerto Rico hay dos injusticias serias que se cometen con demasiada frecuencia y hasta que nuestra sociedad a través de su gobierno no tome acción para rectificar estas dos injusticias Puerto Rico no va a tener excito como nación. La primera de estas es la alta tasa de homicidios y la segunda es la alta proporción de niños que se crían en hogares donde falta un padre. Es muy probable que la primera sea en parte una consecuencia del segundo. En Puerto Rico se cometen más de 700 homicidios anuales. Si uno asume que la mayoría de las personas viven 70 años y que la población de Puerto Rico es de cuatro millones, esto significa que de cada 80 personas que mueren, una morirá por homicidio. Muchos de nosotros conocemos a 80 personas, por lo tanto, a través de nuestra vida experimentaremos la muerte por homicidio de uno de nuestros conocidos. El crimen de homicidio riega terror a través de la sociedad y el pueblo que lo tolera atrae el castigo divino. Si nosotros queremos atraer a la isla turistas con dinero y si queremos atraer y retener gente con talento, este es un mal que tenemos que traer bajo control.
La Biblia presenta al homicidio como un crimen que contamina la tierra y riega su culpabilidad a través de toda la sociedad. El asesinato muchas veces le quita la vida al que se esfuerza y demuestra valor. Muchas veces el asesinato se comete como consecuencia de un robo. Las víctimas de robo son personas que muchas veces se han hecho de algunos medios a través de su arduo trabajo y esfuerzo. A veces las victimas de asesinato son personas que han tenido el valor de tomar posiciones no populares. Esto puede ser desde una mujer que no se eñangota frente a un esposo abusador o un miembro de una ganga que rehúsa hacer alguna acción nefasta o hasta un oficial del gobierno o de alguna entidad privada que tiene la valentía de exponer la corrupción. En una sociedad con altas tasas de homicidio el pueble le coge miedo al éxito y pierde la voluntad de resistir el mal.
Las fuerzas del mal no quieren que el gobierno implemente la pena de muerte porque eso le quita poder a las fuerzas malignas que por su naturaleza son no gubernamentales. Estas fuerzas del terror y la opresión, como las gangas criminales y las religiones falsas, pierden parte de su efectividad si existe un gobierno justo que castiga el mal. En Puerto Rico la pena de muerte sí lo usan las organizaciones narcotraficantes. Aun la cárcel está bajo la influencia de estas organizaciones. Un miembro de tal organización que quisiera irse en contra de esa organización sabe que ella tiene más poder que el gobierno pues la ganga lo puede matar, pero el gobierno no puede ni controlar las cárceles. También sabe que si no lo pudiese tocar en la cárcel, puede quitarle la vida a un hijo o una madre o un familiar querido.
Algunas organizaciones religiosas también siembran el temor amenazando a personas con muerte con sus hechizos, encantaciones y revelaciones místicas. Recuerdo haber oído a un pastor de una iglesia pentecostal independiente decir que antes de ser pastor, en una ocasión Dios le habló con voz audible y algunos ancianos de la iglesia se le opusieron y ahora pocos años después todas esas personas que se le habían opuesto habían muerto. Este charlatán estaba implicando que él era un profeta de Dios y el que no obedecía lo que el mandaba, Dios lo mataba. Aunque esta acción no es un homicidio como tal, estos individuos usan el temor y la inseguridad que existe en la sociedad como resultado de la gran cantidad de homicidios no esclarecidos para oprimir y esclavizar a personas débiles en nuestra sociedad.
Está bien claro que Dios requiere la vida del asesino como pago por la vida de la víctima. Dios le dijo a Moisés:
"El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá. Mas el que no pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus manos, entonces yo te señalaré lugar al cual ha de huir. Pero si alguno se ensoberbeciere contra su prójimo y lo matare con alevosía, de mi altar lo quitarás para que muera." (Éxodo 21:12-14)
"El que hiere algún animal ha de restituirlo; mas el que hiere de muerte a un hombre, que muera." (Levítico 24:21).
"Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere; si huyere a alguna de estas ciudades, entonces los ancianos de su ciudad enviarán y lo sacarán de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera. No le compadecerás; y quitarás de Israel la sangre inocente, y te irá bien." (Deuteronomio 19:11-13).
En Puerto Rico somos muy compasivo con el criminal y muy poco compasivo con la víctima y por eso no nos va bien. O sea, para ponerlo en arroz y habichuelas, el "hay bendito" nos está matando.
Solo la muerte del que comete el crimen de asesinato puede librar a la sociedad de la condena que acarrea el homicidio. Esta es una condena del cual toda la sociedad comparte hasta que se haga justicia a la víctima. Mientras siga vivo el culpable, la sociedad participa en su culpabilidad. "Y no contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre amancillará la tierra, y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó. No contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito; porque yo Jehová habito en medio de los hijos de Israel". (Números 35:33-34). Esta culpabilidad atrae hacia la sociedad que la porta una consecuencia de castigo. Por lo tanto, la sociedad que no practica la pena de muerte como condena para el asesinato tiene guindando sobre ella un constante castigo por su injusticia. Según la Biblia, la única manera en que la sociedad puede librarse de esa condena además de por la muerte del asesino, es que los gobernantes puedan certificar que después de una investigación exhaustiva no se conoce quien ha sido el causante de la muerte. Aun en estos casos, en la antigua Israel, se ponía a muerte un animal para enfatizar que era sumamente necesario que alguien pagara por esta acción. El asesino sabía quién era el culpable y quedaba con la impresión que algún día le tocaría pagar por lo que hizo.
1 Si en la tierra que Jehová tu Dios te da para que la poseas, fuere hallado alguien muerto, tendido en el campo, y no se supiere quién lo mató,
2 entonces tus ancianos y tus jueces saldrán y medirán la distancia hasta las ciudades que están alrededor del muerto.
3 Y los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fuere hallado el muerto, tomarán de las vacas una becerra que no haya trabajado, que no haya llevado yugo;
4 y los ancianos de aquella ciudad traerán la becerra a un valle escabroso, que nunca haya sido arado ni sembrado, y quebrarán la cerviz de la becerra allí en el valle.
5 Entonces vendrán los sacerdotes hijos de Leví, porque a ellos escogió Jehová tu Dios para que le sirvan, y para bendecir en el nombre de Jehová; y por la palabra de ellos se decidirá toda disputa y toda ofensa.
6 Y todos los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fuere hallado el muerto lavarán sus manos sobre la becerra cuya cerviz fue quebrada en el valle;
7 y protestarán y dirán: Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos lo han visto.
8 Perdona a tu pueblo Israel, al cual redimiste, oh Jehová; y no culpes de sangre inocente a tu pueblo Israel. Y la sangre les será perdonada.
9 Y tú quitarás la culpa de la sangre inocente de en medio de ti, cuando hicieres lo que es recto ante los ojos de Jehová. (Deuteronomio21:1-9).
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